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Случайный отрывок из текста: Райнер Мария Рильке. Письма к молодому поэту
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И лишь тот, кто один, кто одинок, тот подлежит, как и предметы, глубоким законам мира, и когда он выходит прямо в раннее утро или вступает в вечер, полный событий, и когда он чувствует, что здесь происходит, тогда все звания спадают с него, как с мертвого, хотя он стоит в самой живой точке жизни. ... Полный текст
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Иллюстрации к сказкам:
В. Педерсен
Л, Фрюлих
Э. Дюлак
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El molino de viento
En la cima del cerro había un molino de viento, de altivo aspecto; y la
verdad es quese sentía muy orgulloso.
-No es que sea orgulloso -decía-, lo que sí soy muy ilustrado, por
fuera y por dentro. Tengo el sol y la luna para mi uso externo y también interno, y además
dispongo de velas de estearina, lámparas de aceite y bujías de sebo. Bien puedo decir
que soy un molino de luces; un ser inteligente y tan perfecto, que da gusto. Tengo en el pecho una rueda,
y cuatro alas dispuestas sobre la cabeza, inmediatamente debajo del sombrero. Las aves, en cambio, poseen
sólo dos, y las llevan en la espalda. De nacimiento soy holandés, bien se nota por mi
figura; un holandés volante que, como no ignoro, figura entre los seres sobrenaturales, y, con
todo, soy perfectamente natural. Tengo una galería alrededor del estómago y una vivienda
en la parte inferior; en ella habitan mis pensamientos. Al más fuerte de ellos, el que manda
y domina, lo llaman los demás «el molinero». Ése sabe lo que se trae entre
manos, y está muy por encima de la harina y la sémola; sin embargo, tiene a su compañera,
la «molinera». Ella es el corazón; no corre sin ton ni son de un lado para otro,
pues también ella sabe lo que quiere y lo que puede; es suave como una leve brisa, y fuerte como
un vendaval; es prudente y logra imponer su voluntad. Es mi sentido de la suavidad, el padre es el de
la dureza. Aunque son dos, forman una sola persona, y entre ellos se llaman «mi mitad».
Tienen hijos: pequeños pensamientos que crecerán. ¡Cuántas diabluras cometen
los rapaces! No hace mucho me sentía deprimido e hice que el padre y sus oficiales examinasen
mi mecanismo y la rueda que tengo en el pecho; quería saber lo que me ocurría, pues algo
en mí no marchaba como debiera, y conviene vigilarse; los pequeñuelos metieron un ruido
infernal, cosa muy enfadosa cuando se vive en la cumbre de una colina. Hay que contar con que todos
te ven, y no se debe despreciar la opinión pública. Pero, como iba diciendo, los chiquillos
cometieron una de travesuras... El más chiquitín se me subió sobre el sombrero,
y armó tal alboroto que me daba cosquillas.
Los pensamientos chicos pueden crecer, lo sé por experiencia. Y de fuera
vienen también pensamientos, y no precisamente de mi linaje, pues no veo a ningún pariente
en todo lo que alcanza mi vista; estoy sólo. Pero las casas sin alas, donde no se oye el girar
de la rueda, tienen también pensamientos que vienen a reunirse con los míos y se enamoran
unos de otros, como suele decirse. Es bien asombroso. ¡La de cosas extrañas que hay en
el mundo! No sé si me ha venido de dentro o de fuera, pero el hecho es que ha habido un cambio
en mi mecanismo. Es algo así como si el padre hubiese cambiado su mitad, como si hubiera venido
un sentido más dulce aún, una compañera más amorosa, joven y buena y, sin
embargo, la misma, pero más dulce y más piadosa a medida que pasa el tiempo. Lo amargo
se ha evaporado; el conjunto resulta muy agradable. Van y vienen los días, cada vez más
claros y alegres, hasta que -sí, dicho y escrito está- llegará uno en que todo
habrá terminado para mí, aunque no del todo. Me derribarán para reconstruirme,
nuevo y mejor. Desapareceré, pero seguiré viviendo. Seré distinto y, no obstante,
seré el mismo. Esto me resulta muy difícil de comprender, pese a toda mi ilustración
y a que me iluminan el sol, la luna, la estearina, el aceite y el sebo. Mis viejas paredes y habitaciones
volverán a alzarse de entre los escombros. Espero que conservaré mis antiguos pensamientos:
el molinero, la madre, los mayores y los chicos, la familia, como los llamo en conjunto, uno y, sin
embargo, tantos, todo el conjunto de pensamientos, que ya me es imprescindible. Y tengo que seguir también
siendo yo mismo, con la rueda en el pecho, las alas sobre la cabeza, la galería en torno al estómago;
de otro modo no me reconocería, y tampoco me reconocerían los demás, y no podrían
decir: «Ahí tenemos el molino en la colina, tan apuesto pero nada orgulloso».
Todo esto dijo el molino, y muchas cosas más; pero lo más importante
es lo que hemos apuntado.
Y vinieron los días y se fueron, hasta que llegó el último.
Estalló un incendio en el molino; se elevaron las llamas, proyectándose hacia fuera y
hacia dentro, lamiendo las vigas y planchas y devorándolas. Se desplomó el edificio, y
no quedó de él más que un montón de cenizas. De él se levantaba una
columna de humo, que el viento dispersó.
Lo que de vivo había en el molino, vivo quedó, y, en vez de sufrir
daños, más bien salió ganando. La familia del molinero, un alma con muchos pensamientos,
se construyó un molino nuevo y hermoso para su servicio, de aspecto exactamente igual al anterior,
por lo que la gente decía: «Ahí está el molino de la colina, altivo y apuesto».
Pero estaba mejor construido, más a la moderna, pues los tiempos progresan. Los viejos maderos,
carcomidos y esponjosos, yacían convertidos en polvo y ceniza; el cuerpo del molino no volvió a
levantarse, como él había creído; había dado fe a las palabras, pero no
hay que tomar las cosas tan al pie de la letra.
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